-Dª MARÍA J. FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, Bibliotecaria de Jaca.
-Libro "ASÍ VIVÍAMOS" de Mª CARMEN BARCELÓ ESPALLARGAS
-Librería "EL PEQUEÑO TEATRO DE LOS LIBROS" (Zaragoza)
-Editorial ECLIPSADOS
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GLOSAS
Dª Mª J. FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, Bibliotecaria de JACA.
por JOSÉ LUIS DE ARCE
¿Quién puede ser amigo de los libros?
¿Creen ustedes que puede serlo quien cada mañana abre la
puerta de su trabajo y atraviesa el umbral sobre el que luce la inscripción
“Biblioteca pública”? ¿Puede serlo quien pasa su día en unas dependencias cuyas
paredes están todas ellas tapizadas de libros? ¿Quizá lo sea quien distribuye su tiempo entre mirar,
acariciar, reparar, fichar y colocar libros y libros en su correcto y preciso
lugar de la estantería que envuelve las estancias de la Biblioteca? O, ¿lo es quien recibe alborozado a niños y mayores que
buscan algo de su dieta intelectual en un libro, en el silencio amable del
recogido espacio de una sala de lectura? ¿Será, acaso, amigo – o amiga – de los libros aquélla
persona que mira atrás hacia su vida y recuerda su vocación de archivera, su
formación en historia medieval, su pasión por la bibliología y su querencia y
dedicación a una biblioteca? ¿Bastarán 25 años de entrega a la tarea de dirigir y hacer
crecer una biblioteca pública para acreditar que uno – o una – es
verdaderamente amigo de los libros?
Todas las respuestas las tiene MARIA JESUS FERNANDEZ
MARTINEZ, directora de la Biblioteca Pública Municipal de Jaca, a quien la
Asociación de Amigos del Libro ha decidido dar este año uno de sus premios
Búho, que como todos los años recompensa a algún bibliotecario o bibliotecaria
de la red de Bibliotecas de Aragón para reconocer su dedicación y esfuerzo en
el fomento del libro y la lectura.
Les voy a presentar brevemente a María Jesús. Ella es madrileña de nacimiento, si bien lo
primero que recuerda son sus veraneos infantiles en Villanúa y a su abuela, una
maestra esforzada. Tras una etapa dura y de incertidumbres, vuelve a veranear a
Villanúa, ya en el 66. Sigue enamorada del Pirineo y de los parajes del alto
Aragón: en el año 70 alquilan una casa y desde 1981 vive en Jaca.
Cursa estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de
Zaragoza, especializándose en Historia Medieval, poniendo su mirada como meta
profesional en el mundo de los archivos y la bibliología. Y, afincada en Jaca,
oh!, casualidades de la vida, sale la plaza de bibliotecaria municipal con un
contrato de seis meses. Dicen que la plaza estaba dada de antemano, y se lo advierten;
pero ella insiste y presenta su currículo, que resulta inapelable frente a los
que presentan los presuntos “enchufados”, de modo que la plaza es para ella.
María Jesús hace las cosas bien, reorganiza la biblioteca, la va ampliando poco
a poco, introduce mejoras, consigue el apoyo incondicional de su ayuntamiento y
su contrato se va renovando hasta que en 2001 hay un proceso de promoción
interna y se hace por fin con la plaza de responsable de la Biblioteca de Jaca,
ya instalada en el edificio de la Casa de la Cultura y que poco a poco irá
ocupando en su totalidad.
En octubre de este mismo año, María Jesús celebrará su 25
aniversario al frente de la biblioteca, aunque ella, en su modestia, afirma que
esta trayectoria no hubiera sido posible sin su equipo, compuesto hoy por 3
personas más a las que pronto se añadirá un nuevo fichaje; así es que vaya
también la mención de Pilar Rubio, Raquel Bescós y Gema Asín como colaboradoras
entusiastas de María Jesús y co-gestoras de la excelente marcha de esta biblioteca
y sus actividades.
Ahora, algunos datos: Cuando entra María Jesús se encuentra con una dotación de
7.000 volúmenes. Téngase en cuenta que la Biblioteca de Jaca es una de las más
antiguas de Aragón y venía acumulando libros durante muchos años; pero la
dinámica que imprime la nueva directora hace que en pocos años se alcance la
cifra actual de más de 42.000 y con un proceso de ampliación en marcha: nuevas
secciones, nuevos espacios, entre los que destaca por su gracia la llamada
“bebeteca”, para pequeños de cero a tres años, siempre acompañados por sus
padres, y para permitirles familiarizarse con los libros. Hay 5.300 socios dados de alta; en 2009 se formalizaron
más de 33.000 préstamos y visitaron la biblioteca más de 77.000 personas.
Narrativa, Camino de Santiago y cómics para adultos es lo que más se lleva.
La Biblioteca no se queda en un mero almacén de libros;
todos los meses se organiza alguna actividad: talleres de escritura,
cuentacuentos, ciclos, biblioteca en la calle, presentaciones; y también le
corresponde la organización, cada mes de agosto, de la Feria del Libro,
coincidiendo con la época del apogeo del turismo. Por allí se ha visto estos
últimos años, entre otros afamados escritores, a José Luis Sanpedro, Lorenzo
Mediano, Roberto Malo, Carmen Bandrés, Labordeta, Carlos Castán, Lorenzo Silva,
Eduardo Mendoza o Magdalena Lasala.
A la actividad incansable de María Jesús y su equipo hay
que añadir dos claves para explicarse este éxito: una es la sintonía confesada
con el Ayuntamiento de Jaca, en especial con la concejala de cultura, Concha
Jiménez, y con su alcalde, Enrique Villarroya; la otra, la indudable habilidad
de María Jesús para captar y mantener apoyos “financieros” a sus proyectos. Es
respetable la cifra anual que recibe la Biblioteca de su Ayuntamiento, del
Ministerio de Educación, de la Diputación de Huesca, de la Comarca, y de todo
aquél que se ponga a tiro.
No les canso más. Esta brillante trayectoria, esta entrega
constante a la cultura con mayúsculas, esta vocación de servicio mantenida a lo
largo de los años con excelentes resultados y una gestión altamente profesional
merecen nuestra atención y nuestro premio. Por eso uno de nuestros “búhos”
vuela ahora hacia las manos de María Jesús Fernández, directora de la espléndida
biblioteca de Jaca.
Muchas gracias.
M. CARMEN BARCELÓ
ESPALLARGAS POR SU LIBRO
"ASÍ VIVÍAMOS"
(1939-1975)
POR JOSÉ Mª SERRANO
La existencia
de algo no viene determinada por un eslogan más o menos sonoro, sino porque se
hallan detrás personas que han unido a su pensamiento la acción, y deciden
poner manos a la obra; por eso existe Teruel; por eso existe Aragón.
M. Carmen
Barceló nació en La Ginebrosa, cursó estudios empresariales y en la actualidad
trabaja en Alcañiz, pero hay que destacar
que siempre ha sido fiel a las raíces que la unen a su pueblo. Es miembro de la Junta de la Asociación
Cultural Tarayola y pertenece al consejo de redacción de la revista del mismo
nombre. Dirigió y coordinó un libro de recetas
de la cocina tradicional de La Ginebrosa, que fue editado en 2008, con el fin
primordial de conservar el patrimonio
gastronómico de la zona.
Al mismo tiempo, M . Carmen continuaba
trabajando en otro amplio proyecto consistente en la preparación de un libro
sobre La Ginebrosa y lugares aledaños. Esta fue su acertada idea, expresada con
sus propias palabras: Al ver que la
generación de nuestros padres va envejeciendo, y algunos nos abandonan para
siempre, me planteé la necesidad de dejar por escrito la manera de vivir y
trabajar de nuestros mayores.
Pero ahora abro un paréntesis para viajar todos juntos mentalmente
a la pintoresca villa de La Ginebrosa. El toponímico procede de enebro,
arbusto de la familia de las Cupresáceas, profuso en Aragón, que en muchos de
sus pueblos llaman Ginebro. Hacen
referencia a La Ginebrosa documentos que datan del siglo XIII. Se encuentra en las estribaciones del
Maestrazgo, más concretamente en el extremo nororiental de la provincia de
Teruel, en el puro Bajo Aragón, por partida doble, puesto que pertenece, junto
con 20 pueblos más a la comarca administrativa que lleva este nombre, y a la
zona más amplia, el Bajo Aragón histórico-geográfico, al que pertenecen tierras
hasta de la provincia de Zaragoza.
Pero ya hemos llegado a La
Ginebrosa; nos hallamos incluso, dentro de sus antiguas murallas, y seguramente
vamos a encontrarnos enseguida a alguno de sus 224 habitantes, que se ofrecerá
amablemente a acompañarnos. Preparadas nuestras cámaras fotográficas caminamos
por sus calles y plazas. Pasamos bajo el portal de la Herrería. Nos detenemos
junto a los arcos de la calle San
Cristóbal y visitamos la iglesia parroquial de San Bartolomé, de estilo gótico levantino. Es una visita
corta, pero ha merecido la pena.
Ahora debo continuar hablando de
M. Carmen Barceló y de su libro Así
vivíamos, que después de más de tres años de trabajo ha logrado concluir. Se trata de un libro grande, que es
también un gran libro, de tapas duras, 240 páginas a todo color y papel de extraordinaria calidad. Es un
documental que comprende una época de 35 años (1939 – 1975) descrita con todo lujo
de detalles y buenos textos en español y en la lengua propia de esa zona. Para
realizar este interesante trabajo, nos explica M. Carmen, que llevó a cabo una importante labor de campo, entrevistando a más
de 40 personas, entre hombre y mujeres, tanto de su pueblo como de otros
cercanos, que les tocó vivir durante la época citada: agricultores, pastores, mineros,
personas de diversos oficios que desarrollaron su trabajo con escasos medios y
un ímprobo esfuerzo, dentro en una economía
autárquica, autosuficiente, en la que era preciso aprovechar al máximo todos
los recursos. Laboreaban la tierra de secano para obtener trigo y cebada,
cultivaban la huerta de regadío, pastoreaban en el monte, cuidaban los animales
de corral, y cebaban al más importante sin duda, el cerdo, reserva alimenticia
para todo el año. Se aspiraba entonces a muy poco: a poder comer para
sobrevivir. Todo se detalla en este excelente libro, que contiene además un
sinnúmero de magníficas fotografías que avalan e ilustran los textos, aportadas
tanto por el archivo fotográfico de la Asociación Cultural Tarayola, como por
personas particulares.
En una obra
como esta no podía faltar la referencia a un fenómeno muy importante que tuvo lugar, no solamente en la Ginebrosa,
sino también en la práctica totalidad de los pueblos de Aragón y aun de España.
Me refiero al éxodo de muchas familias enteras desde los pueblos a las grandes
ciudades, que debido a su creciente industrialización, ofrecían un futuro más
halagüeño. Tuvo este hecho su punto álgido hacia mitad del siglo XX, y
continuaría durante varios años sucesivos. ¡Cuánta añoranza, cuánta tristeza,
cuántas lágrimas derramadas al tener que abandonar sus hogares y sus tierras!
Pero la mayoría, como, M. Carmen, han sabido guardar sus raíces en el corazón.
Al
Ayuntamiento de La Ginebrosa, mi enhorabuena por su meritoria decisión de
editar este libro.
Por su aportación a la cultura con
la autoría de "Así vivíamos", la
Asociación Aragonesa de Amigos del Libro ha decidido otorgar a M. Carmen
Barceló Espallargas uno de sus premios Búho.
Librería EL PEQUEÑO TEATRO DE LOS
LIBROS
POR JOSÉ Mª HERNÁNDEZ DE LA TORRE
Cuando se produce una conjunción sideral de
Magisterio y Biblioteconomía, puede surgir…el Pequeño Teatro de los Libros: un
estallido luminoso de escenografía bibliófila en el barrio de Las Fuentes,
donde Carolina y Ciro han montado una especie de “tinglado de la antigua farsa”
y nos invitan a participar en el espectáculo. Así que, señoras y señores,
¡arriba el telón!
La escena es un espacio de casi
cuatrocientos metros cuadrados, notablemente diáfano. Llama la atención el rojo
decorado de cortinajes, que, recogiendo sus faldones con airoso escorzo de
bambalinas, enmarcan las estanterías -fijas y móviles- presentes en un local
que cuenta con sofisticado equipamiento luminotécnico y megafónico, dispuesto
para la ambientación de lo que allí aparezca. En lugar preferente, una gran
mesa redonda –cuatro metros de diámetro- evoca leyendas artúricas de caballeros
que buscan en los volúmenes que en ella reposan el grial de la sabiduría o el
deleite; pero es también la tarima que se transfigura en escenario; es decir,
el teatro dentro del teatro.
Los actores son los libros, que componen
el variado elenco para un reparto numeroso. Se agrupan por géneros y, desde un
fondo amplio y variado, destacan por especial protagonismo los infantiles, los
relatos gráficos, la novelística y narrativa en general, la poesía, el ensayo
y, claro está, las piezas teatrales; también encuentra su lugar específico la
bibliografía de Aragón.
El argumento de esta función trata de
revertir el drama nacional de la insuficiencia lectora en gozosa comedia de
mayorías ilustradas y, por ello, más libres, mediante un empeño riguroso de
animación a la lectura. La trama se
desarrolla en una sucesión de acciones que, en su rica diversidad, avanzan en esa
dirección: presentaciones de novedades publicadas, encuentros con autores,
cuentacuentos, clubs de lectura, talleres de escritura, análisis de textos, recitales,
monólogos y representaciones, exposiciones, conciertos, foros de debates
literarios, concursos, homenajes conmemorativos y especial atención a las
pequeñas editoriales y a los nuevos autores que buscan escaparate… Un completo
programa de artes y letras enfocado a desvelar la magia de los libros, a
ponerlos tentadoramente a la vista y en las manos de niños y mayores.
En el centro generador de ese despliegue,
a la vez empresarios y regidores del espectáculo, como directores escénicos,
dos jóvenes: Carolina Peláez y Ciro Soriano, quienes, desde diferentes trayectorias
profesionales en el oficio libresco, confluyeron como empleados de una misma
librería, donde no tardaron en reconocerse en la común ilusión por un empeño
innovador, y, evaluadas las dificultades y las posibilidades durante unos meses
de gestación, decidieron asociarse para la aventura de vender libros con una
fórmula inteligente e imaginativa, esencialmente personalizada, que la
distinguiera de la aséptica tienda de productos editados y de la gran
superficie almacenera de best-sellers
y liquidaciones de restos. Una fórmula basada en la imprescindible –y a menudo
olvidada- conexión entre la vocación de leer y la formación intelectual o, al
menos, la viva curiosidad del espíritu.
Y se establecieron, insólitamente, en la
periferia urbana, fuera del centro que acapara y casi monopoliza tanto el
comercio tradicional de los libros como la oferta cultural de la sociedad
local: una librería en un barrio de cuarenta y tantas mil almas, en el que
–como en los demás- no existe ninguna otra, aparte de las pequeñas papelerías
de rigor… porque nadie se arriesgaría a tan incierto negocio. Pero allí, en el
número 21 de la calle Silvestre Pérez,
en septiembre de 2008, levantó el tablado y encendió los proyectores el
Pequeño Teatro de los Libros, con su sugerente puesta en escena y su atrevida
propuesta, abierta a todos pero fundamentalmente dirigida a un público menos
anónimo, el del propio entorno, al que se acerca para invitarle a que se
involucre en las actividades culturales, integrando así el literario recinto en
la vida cotidiana vecinal, como medio excelente para la promoción del libro.
Usan, para darse a conocer, todos los
recursos que hoy ofrecen las nuevas tecnologías de la comunicación, como un ya
bien nutrido blog o la edición
electrónica de dípticos con la agenda de las actuaciones programadas, y también
la difusión de boletines mensuales en los que seleccionan y recomiendan obras para
cada tipo de lectores, entran en contacto con las entidades públicas y privadas
interesadas en el mundo del libro, colaboran activamente con las iniciativas
comunes –como su recientísima participación en “las noches de los libros abiertos”-… y, sobre todo, miman el trato
personal con los clientes y contagian el entusiasmo por la dinamización
cultural y artística de la zona.
En la penumbra de entre bastidores, el búho
abre bien los ojos a esta realidad que ha cuajado en apenas año y medio, a ese
difícil y conseguido equilibrio entre estética y funcionalidad, a esa meritoria
labor con presencia consolidada en Las Fuentes y creciente prestigio en los
ámbitos culturales zaragozanos. Seguro que, ya ante las candilejas, se sentirá
satisfecho de que su efigie en cerámica se integre en el conjunto escenográfico
del gran Pequeño Teatro de los Libros, a cuyos responsables dedicará sus
mejores augurios de larga y próspera existencia. Y, como hacen las gentes de la
farándula antes de cada actuación, nosotros, los Amigos del Libro, también les
dedicamos amistosamente mucha mierda.
MIGUEL
ÁNGEL MARÍN URIOL
Por ÁNGEL
HERNÁNDEZ MOSTAJO
Miguel Ángel, hoy estamos aquí solos tú y yo. No hay
nadie más. La sala está vacía. Voy a aprovechar la circunstancia para hacerte
una pregunta, sin rodeos, directamente, mirándote a los ojos. Dime, ¿quién te
ha escrito y te escribe ese torrente de versos? De ti no salen, seguro. En una
ocasión ya te dije que no eran tuyos. Te añadí hace tiempo que no tienes pinta
ni hechuras de vate romántico, sino más bien de dependiente de una vieja tienda
de ultramarinos de la posguerra. Solo te falta el guardapolvo amarillento y el
lápiz en la oreja. Eres bajete, malo contando chistes, --que te los ríes hasta
la congestión antes de acabarlos--, acento más rural que urbano, escasa
facilidad de palabra, andas siempre como medio dormido… ¿Cómo va a ser tuyo lo
de brisa, viento, aves, lilas, luz, mar, rosas, pinos, alondra. Noches de
granito, vientre de jade. Tristeza, abismo, llanto, niebla, brumas, dolor,
sombra. Besos, besos, besos, bocas, bocas, bocas, labios, labios, labios, amor,
caricias, más labios, senos, pubis y alcobas.¿Y cuando te vas por otros
derroteros y estallas airado ‘Dios, ¿dónde está Dios?’ No, no te veo en
ellos.
Oye, ¿cómo has conseguido engañar a los que te han concedido los premios? Entre otros, mordieron
el anzuelo asturianos, extremeños,
salmantinos, manchegos… Y aquí,
en casa, ¿a quiénes de la Institución Fernando el católico les hiciste
sumisas zalemas para que te concedieran un año el premio San Jorge, el premio de poesía Isabel de Portugal, otro?
Sí, ya sé que esgrimes a tu favor y aireas a los cuatro
vientos que estuviste en estrecho contacto con poetas del brillo de Luciano Gracia, Guillermo
Gúdel, Carmen Serna, Marcos Agón. Y que mamaste del magisterio de Rosendo
Tello.
Y también sé que, junto con tu querida Inma, luz de tus
pasos, conducís un año tras otro la tertulia “Fuentes de la Mentira”, --ya salió la
palabra mentira-- aquí en la
Biblioteca, donde tantas charlas y coloquios de unos y otros
avivan continuamente el fuego literario. Y que fuiste durante cuatro años
secretario de la
Asociación Aragonesa de Amigos del Libro.
También has obtenido premios por trabajos en prosa. Por
cierto, del último que has escrito, o te han escrito, “Albeta”, una biografía
fantaseada de tu padre, me ha sorprendido la riqueza de léxico que muestras en
ella, dándole un tono cervantino en bastantes tramos, quevedesco a veces, y
transcendiendo siempre un fuerte aire aragonés.
A lo largo de la vida del periódico zaragozano “El Día”
colaboraste con entrevistas, artículos de viajes, cocina, pastelería.
Pastelería. Ya sabes que lo tuyo de la pastelería también lo conozco. Y ahí sí
que no dudo de la autoría de tus obras. Si hasta en París te concedieron el
diploma de Maestro Chocolatero, y en Lérida el de maestro pastelero… Y con ese
material, con el chocolate, fuiste capaz
de reproducir el Paraninfo de la
Universidad , la fuente de Neptuno, el Ayuntamiento de
Zaragoza, que ganó una medalla de plata en la feria alimentaria de Barcelona, la Samaritana, san Valero,
las Murallas Romanas, etc. Y le diste nombre a esa delicia que es el ‘lanzón de
san Jorge’. ¿Se puede pastelear más aragonesamente?
En fin, volviendo a tu obra literaria, que es la que aquí
y en estos momentos más importa, perdóname la broma de simular que dudaba de tu
autoría. Has escrito mucho y bien –y lo que te rondaré, morena--. Te mereces
sin duda el premio Búho, aunque, excepcionalmente, esta vez para ti debería
haber sido, no de cerámica, sino de chocolate y azúcar. Un abrazo.