-LUZ GABÁS
-ANA SOMOZA Y MARTA RIVERA
-LIBRERÍA PARÍS
-EMILIO QUINTANILLA
-JULIA ESCORIHUELA (Bibliotecaria de Aliaga)
GLOSAS
LUZ GABÁS, "PALMERAS EN LA NIEVE" ( 25-4-2013)
Por Ángel HERNÁNDEZ MOSTAJO
Hola,
Luz Gabás. Luz Gabás Ariño, porque tienes madre, la señora que, tan hueca, y
tan guapa, está sentada a tu lado.
Comprenderás
que no puedo hacer una glosa estándar de tu novela "Palmeras en la
nieve". Compro el libro, abro la tapa, y lo primero que me encuentro es un
documento de identidad con una fotografía. Y ¡no me lo puedo creer!, allí está
mirándome de frente Francisco Gabás, tu padre. Sí, allí dice que es un tal
Kilian Rabaltué Mata. Puede decir lo que quiera, pero ese es Francisco Gabás, Paco
Gabás, la persona con la que trabajé hombro con hombro varios años en mi
añorada Monsanto Ibérica, de Monzón. Lo recuerdo por muchas cosas, pero sobre
todo, recuerdo un día en que tirábamos los dos de una misma manguera contra
incendios luchando contra la maleza del río Cinca que bajaba ardiendo y
porfiaba por entrar en la fábrica, llena
de tanques con productos inflamables...
Pero,
bueno, volvamos a las "Palmeras en la nieve", esa novela cuya primera
edición es de mayo de 2012 y de la que está a punto de lanzarse la reimpresión número 17, y lo que te rondaré, morena. Vienes de
Barcelona y vas a Valladolid, con tus presentaciones.
La
solapa del libro resume tu interesante biografía, pero no cuenta, por ejemplo, que ya en el
instituto quedabas siempre la primera en las redacciones en inglés. Ni mucho
menos dice que en la universidad participabas en un grupo de teatro e incluso
te atreviste a hacer de Rita Hayworth...
Para
los que aún no la han leído, si hay alguno o alguna que no lo haya hecho, les
recomiendo comenzar la lectura, no por el principio, sino por la página 721 y
ss. Y a continuación abrumas con tu extensa relación de textos manejados por ti sobre
geografía, historia, economía, política, cultivo del cacao, religión y
traducción bubi, lingüística y producción literaria relacionada con Guinea
Ecuatorial. Es decir, que, como se dice coloquialmente, 'te lo has currao'. Hablando de mí, por
ejemplo, te diré que, como a tantos y tantos españoles, me enseñaron en el
colegio que la Guinea española era un país pequeñito, allá por el golfo del
mismo nombre y que consistía en la isla de Fernando Poo, capital Santa Isabel,
y en el continente, Rio Muni, con Bata como capital. Y punto final. Gracias a
tu libro hemos aprendido mucho más; no solo desde el punto de vista de los
colonizadores, sino, lo más importante quizá, desde el punto de vista de los
colonizados. Un detallado retrato de la vida en una colonia.
Llegados
a este punto, alguien puede pensar, ¿pero no me habían dicho que es una novela
de amor? Pues claro que lo es, entre otras cosas. Uno de los montañeses de
nuestro Pirineo cruza una línea prohibida y se enamora perdidamente de una
nativa. Es una historia de amor en la que hay emoción, intriga, alegría,
tristeza, pasión, odio, desesperación... Un secreto guardado durante treinta
años y... hasta aquí puedo leer. Sé de varias personas próximas a mí que
afirman que engancha, que atrapa, que cuando se termina, aún quieren más.
Luz,
gracias por tu excelente novela, que ya te ha colocado en línea con tan buenos
escritores aragoneses como tenemos y
¡esperamos ya la siguiente!
PREMIO BÚHO A LA LIBRERÍA PARIS, DE ZARAGOZA
Por Fernando Gracia
Los aficionados a los libros sentimos un raro placer cada vez que
entramos en una librería. Podría decirse que es algo así como el que sentíamos
cuando éramos niños y nuestra madre nos llevaba a una pastelería. Por un
momento sopábamos que todo aquello que se exhibía estaba a nuestra disposición.
Ni siquiera nos daba por pensar que su excesiva ingesta nos podrá dañar.
En una librería senos abre un abanico de posibilidades que nos puede
llegar a abrumar. Tristemente nos damos cuenta de que no vamos a tener vida suficiente como
para abarcar todo lo que allí se nos ofrece. Pero aún así dedicamos unos
minutos a elegir entre aquella oferta y mitigamos en la medida de lo posible
nuestra sed.
Nuestra ciudad cuenta con un buen
número de librerías que van sorteando con dedicación y entusiasmo las duras
circunstancias que nos atenazan. Esta Asociación premia de vez en cuando la
actividad de algunas de ellas, en la creencia de que por muy buena intención
que tengamos, siempre van a quedar algunas sin reconocer sus méritos. Pero así es la vida.
En esta edición hemos querido reconocer y premiar como se merece el que
una de nuestras más conocidas librerías, LA PARÍS, como así se la conoce, haya alcanzado la
más que notable cifra de cincuenta años abriendo sus puertas en Fernando el
Católico.
Fue allá por agosto de 1963 cuando un emprendedor –palabra ahora tan en
boga− José Muñío se instaló en un pequeño local casi esquina a la calle Cavia y
se puso a vender libros. No era tarea tan fácil en aquella España de bajos
índices de lectura, aunque bien mirado, también de una España donde quedaba
tanto por hacer, y eso le gusta mucho a los vendedores de raza.
Y el bueno de José lo era, y su proyecto fraguó. Y pronto el local se le
hizo pequeño y se trasladó unos metros más arriba, al número 24. A título de curiosidad
añadiré que su lugar pasó a ser utilizado por los hermanos Sánchez Millán para
montar su Foto Estudio Tempo. Años más tarde uno de ellos, el llorado Alberto
perteneció a nuestra Asociación, llegando incluso a colaborar con el Grupo
Juglarías. Vaya aquí nuestro cariñoso recuerdo.
Para entonces el laborioso José ya iba contando con la ayuda –el
trabajo, cabría decir mejor- de sus hijos. Los años fueron pasando y Pablo,
César y Esther se convirtieron con el tiempo en algo más que unos
colaboradores. Haciendo bueno el dicho de que “el oficio se aprende
trabajando”, llegaron a ser lo que su padre era y seguramente quería para ellos,
unos libreros en el más amplio sentido de la palabra.
El negocio fue agrandándose. Esther trabajo consigo a su marido,
Ignacio, se contrataron más trabajadores, y en este capítulo permitan que
incluya un inciso de orden personal.
Quien suscribe entró en contacto con la Libería París por la vía de la
amistad. Y no me refiero a la de algunos de sus propietarios, sino al hecho de
que uno de mis amigos, Alfredo, fue fichado por D. José Muñío para hacerse
cargo sobre todo del apartado de papelería, en base a la experiencia que mi
amigo había acumulado trabajando desde muy chico en otro clásico de la antigua
Zaragoza, en Casa Sabater.
Alfredo fue mi vía d entrada a ser
cliente de la casa, y así hasta ahora. Aunque mi amigo pasó a mejor vida hace
un tiempo –entiéndase bien, se jubiló− he seguido y espero seguir mientras
tenga aliento, como cliente de la librería. Muchos años de tratar con ellos han
hecho que no sean solamente quienes me expenden libros, sino quienes me
aconsejan con frecuencia sobre su lectura.
Debo decir en honor de la verdad que salvo alguna honrosa excepción,
nada que me han propuesto Pablo o César, los más habituales en este proceder,
me ha decepcionado. Y es que esa es o debe ser una de las funciones del buen
librero, y me consta que tanto ellos como el resto de trabajadores vienen
haciéndolo con su clientela de forma muy efectiva.
En estos años de trato he visto como no se han limitado a ser una tienda
más, sino que en ocasiones su local ha sido lugar de presentaciones,
acostumbran a hacer visitas a pueblos donde montan sus particulares fiestas del
libro, en una doble vertiente entre filantrópica y comercial; y se han
involucrado en el tejido entre cultural y de negocio de nuestra ciudad, a
través de iniciativas y asociaciones. Hasta no hace mucho tiempo el propio
César presidió la de Libreros, y más de una vez le he visto en la mesa
presidencial acompañando a autoridades en actos relacionados con los libros.
En tiempo de crisis, y perdonen por no obviar la maldita palabra, reina
y señora de nuestros medios informativos, la sola pervivencia de un negocio
como este, que sin dejar de serlo es también un referente necesario para la
cultural local, ya es un motivo de esperanza.
Quienes amamos los libros seguimos necesitando que existan lugares como
estos, donde sin dejar de pensar que es un negocio y no una ONG, sigan tratando
así de bien a su clientela, dándoles a entender que no están comprando solo un
producto sino que se están ayudando a sí mismos, porque un libro, o mejor,
muchos libros no pueden hacer más que bien.
Aquella idea que tuvo hace cincuenta años un señor ha seguido viviendo
gracias a la semilla que plantó en un doble sentido, en el físico y en el
espiritual. Esta Asociación ha estimado que el asunto merecía su
reconocimiento, y así lo expresa otorgándole uno de sus Premios Búho, en la
esperanza de que ese animal que tanto se fija siga observándole durante los
muchos años de vida que le quedan para bien de la cultura zaragozana.
PREMIO BÚHO 2013
EMILIO QUINTANILLA
BUEY
por José Mª SERRANO
No es aragonés de nacimiento,
pero cierto día, no hace tantos años, pasó por aquí y se quedó entre nosotros,
y nosotros le acogimos, por lo cual, según sus propias palabras, se considera
aragonés.
Emilio Quintanilla
es un hombre culto, amable en el trato, correcto en sus modales, responsable de
sus actos, y trabajador nato, pues a pesar de que atrás ha
quedado ya su vida profesional, continúa dedicándose a la encomiable tarea de la creación literaria.
No tardamos en enterarnos de que Emilio escribía poemas, y al escucharlos nos
dimos cuenta de que su poesía era de la más alta calidad. Por lo tanto, este
hecho no podía ser casual, fruto únicamente de cierta inspiración o facilidad
intuitiva. No cabía duda de que Quintanilla había dado largos paseos por las
floridas avenidas de la poesía española,
desde sus albores, hasta nuestros días, deteniéndose reposadamente en sus
poetas favoritos, como Jorge Manrique, en los excelsos vates del Siglo de Oro, Garcilaso, fray Luis de León o San Juan de la
Cruz, y desde luego, en los perfectos sonetistas Góngora y Quevedo, que tan hondamente
calaron en él. Sin duda, el soneto es el rey de todos los géneros poéticos clásicos,
que ha sabido mantenerse vivo y vigoroso hasta hoy, y sigue siendo practicado
por todo poeta que se precie. Como no podía ser de otra manera, esta
composición destaca entre la copiosa producción poética, de Emilio, elaborándolo con mimo y extraordinaria maestría.
Es Emilio
Quintanilla paradigma del poeta que utiliza al menos los cuatro elementos
indispensables que la buena poesía debe contener: inspiración, belleza, sentido
y sentimiento. Una vez unidos estos ingredientes, lo cual por desgracia, no es
habitual en nuestro tiempo, el éxito está garantizado, tanto si se riman y
miden los versos, como si no. Pero además, la persona que presento proviene de
una familia de grandes poetas, que llevan su apellido, por lo que estoy seguro
de que él está encantado de seguir la tradición familiar.
Me referiré
brevemente a algunos de los importantes premios conseguidos por Emilio
Quintanilla, todos otorgados en el presente siglo, pues se incorporó más bien
de forma tardía al panorama literario. Son tantos sus galardones que no sería
posible enumerarlos todos en el escaso espacio y tiempo de que dispongo. Casi
dos distinciones anuales de media, provenientes de todo lo ancho y largo de la
geografía nacional: Sevilla, Luis Cernuda;
Madrid, Vicente Aleixandre; Ciudad de
Alcalá de Enares ; Flor Natural
Amantes de Teruel; Málaga, Manuel
Alcántara; Ciudad de Jerez;
Zaragoza, Santa Isabel de Portugal, etc.
Algunos de
sus poemas han sido musicalizados.
Sin embargo,
todo lo anteriormente indicado, aun siendo mucho, no es todo. Emilio es también
un buen prosista. Destacan sus obras de ciencia-ficción, cuentos, ensayos, novela
breve, y novela histórica. Deseo referirme, con la debida brevedad, a su última
obra, la novela histórica Marozia, nombre
que corresponde a una noble romana, que junto con su madre, disfrutaron de un
gran poder en Roma, en los oscuros años del siglo X, cuyos hechos narra el
autor con respeto, fidelidad a la historia y erudición. Nuevamente podemos
hablar aquí de premios, entre otros: Premio
Junta de Extremadura; Premio Alberto Magno; Premio Villa de Benasque y Premio Ciudad de Valeria.
Una
increíble capacidad de trabajo permite a Quintanilla sacar tiempo (él sabrá
cómo) para dedicarse además a otras actividades: Da charlas amenizadas con medios
audiovisuales que él mismo prepara, colabora en diversas revistas y pertenece a varias Juntas Directivas, generalmente
relacionadas con el mundo literario.
Ahí continúa, trabajando, creando, en plenas facultades
físicas y mentales, a pesar de haber cumplido algunos años, no muchos, dispuesto
a seguir cosechando nuevos premios y a sorprendernos con más obras de calidad.
La Junta
Directiva de La Asociación Aragonesa de Amigos del Libro ha considerado que
Emilio Quintanilla Buey es merecedor de uno de sus premios Búho, por lo que unánimemente
se lo ha otorgado.
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JULIA ESCORIHUELA MARTÍNEZ (Bibliotecaria
de Aliaga)
por José Mª HERNÁNDEZ DE LA TORRE
“Valle
retorcido”, o sea, Aliaga, llamaron los moros a un insólito paraje
de la Sierra Ibérica, en la zona meridional de la actual comarca turolense de
las Cuencas Mineras que se funde con el Maestrazgo. Una atormentada orografía
de plegamientos, fallas y anticlinales, que en remotas conmociones telúricas
configuraron el territorio bravío, hendido por el Guadalope en profundos
cañones y hoces inverosímiles, donde se instaló la comunidad humana que
responde al topónimo de Aliaga. Al resguardo de una muy erguida cresta de roca
caliza que rodean los ocho orgullosos torreones circulares del castillo de los
caballeros sanjuanistas -reducto, mucho después, de resistencia carlista-, el
pueblo mantiene hoy el encanto de su caserío, añorando la explotación
carbonífera y la producción
termoenergética que le dieron unas cuantas décadas de prosperidad
económica en el siglo XX. Ecoturismo y
recursos agrarios de montaña son ahora las principales fuentes de vida de los
cuatrocientos habitantes de esta singular localidad, que también aspiran a
alguna suerte de reindustrialización generadora de empleo.
Una pequeña pero
nutrida biblioteca municipal sostiene el pulso cultural de Aliaga y su
contorno, regida por la vocación insobornable de una mujer. Julia Escorihuela
Martínez lo viene haciendo desde 1989, cuando su diploma de Formación
Profesional en la rama Administrativa le permitió acceder, mediante convocatoria
pública, al puesto de bibliotecaria... el mismo que ocupaba años atrás, cuando
ella tenía once, la que le negó el préstamo de unos libros de cuentos para el
fin de semana, por ser la niña masovera. Tras aquella primera desoladora
visita, que provocó su llanto infantil de perplejidad y desconsuelo, no volvió
nunca, hasta que pudo hacerlo, como en poético desquite, para posesionarse de
la función, con el claro designio de facilitar a todos, chicos y grandes, sin
humillantes discriminaciones, el acceso al tesoro de la lectura.
Que inestimable tesoro es y fue siempre para esta masovera. Julia nació
y creció, efectivamente, en una masía -mas o masada-, una de aquellas casas de
labor del hábitat rural disperso bajoaragonés, cuya forma de vida, dura y
aislada, pero hermosa de sabiduría ancestral, es ya poco más que recuerdo de un
pasado reciente. Desde los cinco años caminó diariamente más de una hora, por
las trochas del monte, para acudir a la escuela; y en ese yunque precoz se
forjaron, sin duda, el tesón de su carácter y su pasión por los libros, a la
vez que el contacto continuo con el aire serrano la impregnaba de un
conocimiento de la naturaleza tan íntimo que es comunión y amor, y que de
adulta la implica en todas las causas de la defensa medioambiental, con el
consabido riesgo de incomprensiones y aun abiertas hostilidades en su mismo
entorno.
Y de esa
naturaleza de tan singular composición tectónica hace Julia un grandioso libro
abierto. No sólo compagina, sino que combina armoniosamente su tarea
bibliotecaria con la de gerente del Parque Geológico de Aliaga, acaso el más
importante de Europa. Para ello, adquirió y tuvo que demostrar la rigurosa capacitación científica y técnica que la
habilita como guía de grupos de investigadores y estudiantes por las varias
rutas que atraviesan aquellos relieves colosales, donde pueden observarse,
estrato por estrato, las sucesivas fases de la historia geomorfológica de
nuestro planeta desde hace doscientos millones de años. A la vez que la
recopilación sistemática de muestras de todas las variedades de minerales y de
fósiles presentes en el terreno le sirve para mantener, en el Centro de
Interpretación, junto con otros materiales didácticos, una sencilla y utilísima
exposición, que viene a ser un complemento especializado de los conocimientos
librescos ofrecidos en la biblioteca.
A estas
actividades se unen otras -charlas, presentaciones, coloquios, ciclos,
jornadas, etc-, en una panoplia incesante de iniciativas culturales que ha
llamado la atención admirativa de nuestro búho. Y que surge, seguramente, del
espíritu masovero que conserva Julia, el que desde niña la impulsó a rebelarse
contra la injusticia por el camino del esfuerzo formativo y la superación
personal, a raíz de aquel desafortunado episodio de su infancia, que el
director de cine Tom Fernández, con guión de Jaime Izquierdo y financiación del
Ministerio de Medio Ambiente, relata en el cortometraje “Porque eres
masovera” (en el que la propia Julia asume el papel de quien la humilló),
que vamos a ver como colofón audiovisual de esta semblanza. Pero no sin
recordar antes que por aliaga se conoce también la aulaga, una
variedad de genista, ese indómito matorral silvestre que redime la
aspereza defensiva de sus ramas espinosas con el radiante amarillo de sus
flores.
CUENTOS JUNTO A LA
LAGUNA
(ANA SOMOZA Y MARTA RIVERA)
Por José Luis de Arce
Hay un paraje en
Aragón, a caballo entre las tierras frías de Teruel y Zaragoza y a unos mil metros de altura, del que todo el mundo ha
oído hablar: la laguna de Gallocanta, aunque pocos hayan sido los que han
paseado sus ojos por esa llanura de líneas grises y verdosas, interrumpidas a
veces por el color de plata de la cinta de agua que reposa tranquila, inmóvil y
silenciosa y que conforma aquélla imagen de quienes otrora estudiábamos la
geografía de España y supimos de que en aquél lugar, elevado y frío, existía un
fenómeno endorréico único en Europa.
Supimos también, quizá
años más tarde, que el sitio de Gallocanta era parada obligatoria para cientos
de miles de aves que año tras año viajan del frío norte de Europa al cálido sur
africano cuando se barrunta el invierno, allá por noviembre; y que meses más
tarde, cuando aprietan los calores por el sur, esos miles de grullas vuelven a
volar hacia el norte haciendo su ritual parada en el humedal aragonés, inundando
su silencio proverbial con la algarabía y el alboroto de su inconfundible
griterío alborozado.
Nos hemos acercado
también a Gallocanta, cuyo contorno hemos vislumbrado perfectamente muchas
veces desde el avión que sobrevuela la laguna en los vuelos de Zaragoza a
Madrid, a conocer algo de su historia. Y nos salen al encuentro imágenes de la cultura celta, toponimias
inverosímiles, ceremonias druidas… evocaciones, en fin, que hacen de Gallocanta
y su entorno un lugar verdaderamente mágico.
Berrueco es uno de los
pueblecitos de unas pocas decenas de habitantes que conformarían ese anillo de
pentápolis que se orlan alrededor de la laguna y que responden a esa estructura
de la que hablan los estudios académicos que eran propios de la organización de
la sociedad celta. Se basan nada menos que en los bronces de Contrebia Belaisca,
Botorrita para nosotros, ya que de sus
misterios se desprende que la zona del Jiloca era una dependencia de esa lejana
capitalidad atribuida a Botorrita. Sin entrar a discutir tan sesudas cuestiones
profesorales, sí debo decir que el lugar de la laguna subyuga y seduce, te
envuelve en una paz silenciosa y te invita verdaderamente al relax y a la
desintoxicación.
Así lo vieron también
Ana Somoza y Marta Rivera, que decidieron poner un hotelito, de esos que llaman
con encanto, para ofrecer a los agobiados y estresados un centro de descanso en
medio de ese paraje privilegiado de tranquilidad, paz y reposo. Desde el hotel
Secaiza, a la salida de Berrueco según se va al pueblo de Gallocanta, se contempla ese paisaje de que
hablaba lleno de tonos amables, paralelos, lineales, tendidos apaciblemente a
lo ancho del horizonte. Dominado siempre el paisaje por un silencio
impresionante sólo interrumpido por el gorgeo de las aves que pueblan la
llanura inmensa de la laguna.
Pero Ana y Marta
quisieron ir más allá. El lugar, su embeleso, su historia, su ambiente mágico
merecían algo más; merecían que la imaginación de los escritores, aficionados o
profesionales, jóvenes o mayores, describieran con palabras cuanto de leyenda,
de mágica evocación, de aventura o de poesía pudiera inspirarles ese paraje
maravilloso y misterioso a la vez de la laguna; y decidieron crear un concurso
de relatos, sencillo y modesto, pero enormemente motivador, con el nombre de
“CUENTOS JUNTO A LA LAGUNA”.
Y así, hace ya nueve
años, pusieron en marcha el concurso que convoca cada año a escritores de toda
España. Consiguieron colaboraciones del propio ayuntamiento, de la Diputación,
de la Comarca, de alguna empresa; pusieron su esfuerzo y su entusiasmo;
atrajeron a la experiencia a la Asociación Aragonesa de Escritores, que de
alguna forma patrocina el evento con su presencia; formaron un buen jurado en
el que han intervenido gentes de las letras de Aragón, algunos socios de
nuestra Asociación, como José Antonio Román, Ricardo Vázquez Prada, José Ángel
Monteagudo… presididos todos ellos por ese activista cultural, escritor y
literato, socio también de amigos del libro que es Francisco Javier Aguirre.
Cada año, como las grullas
que descansan en la laguna en su largo viaje migratorio, este jurado vuelve a
Berrueco, al hotelito que se convierte por unos días en el centro de ese
milagro del concurso de cuentos. Cuentos que narran fantasías, peripecias y
aventuras que tienen muchas veces la laguna como extenso telón de fondo y que
proclaman por toda la geografía de España las bellezas singulares de este
rincón aragonés animando a las gentes a que vengan a ver estos lugares y a
gozar de su tranquilidad. Gran fiesta en Berrueco, esos días de la entrega de
los premios; gran fiesta en el pueblo más pequeño de España que convoca un
concurso literario.
Ana y Marta han
emprendido algo más que una empresa hotelera; nada menos que una empresa
literaria a la que han dedicado tesón, ilusión y esfuerzo. Divulgar la
hermosura de su tierra, convocar a escribir sobre ella a todo aquél que tenga
algo que decir nos ha parecido una tarea meritoria, encomiable y digna de ser
reconocida entre las iniciativas literarias, lamentablemente tan escasas, que
se dan por estos lares aragoneses.
Por eso este año hemos
decidido premiar su iniciativa y reconocer sus desvelos e ilusiones. Por eso
queremos entregarles uno de nuestros premios BUHO de este año.
Muchas gracias.
Zaragoza, 25 de abril
de 2013. Acto de entrega de los Premios “Búho” en la Biblioteca de Aragón.
Presentación realizada por José Luis de Arce.